67.¿De Dónde Vienen los Profesores “Desagradables”?
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Para aprender un nuevo idioma, uno debe de usarlo continuamente y aun así no es suficiente. Un profesor debe estar cerca para señalar y corregir errores y dar guías apropiadas de memorización. Este profesor es el facilitador de “interactividad.” Genial si es amable y paciente. Pero este tipo de profesores, desafortunadamente son pocos. El alumno paga por sus equivocaciones.
Aprender a tocar instrumentos musicales siempre ha sido particularmente dramático. La Historia cuenta como Beethoven de joven era maltratado por su padre y como Paganini de pequeño era golpeado y encerrado en el sótano. Pareciera que algo de maldad corría por las venas de este tipo de educadores.
No hace mucho tiempo, una elegante aunque amenazante vara estaba siempre presente en las clases de piano. Se reservaba para golpear las manos de los alumnos en caso de equivocarse. Nos da la impresión que únicamente personas con el temperamento irascible escogían enseñar, impacientes con los errores de los demás. Realmente, la causa de esta agresión es bastante distinta. No son las personas, ¡es el método!
Los métodos tradicionales de educación, son los crueles y no los profesores. Al usar los acercamientos tradicionales con los principiantes, el mismo profesor sin sospecharlo, concienzudamente trabaja a través de toda la lección… como un saco de boxeo.
Mientras que la atención del principiante no esté en condiciones de seguir más de 20 caminos de notas muchos profesores se llevan los primeros años trabajando como un “complemento vivo del decreto” ayudando al alumno de una manera mecánica y ausente a desplazar sus ojos de una nota a la otra. La mayor parte de la clase este profesor sólo sirve para señalar los errores del alumno y, a veces, el mismo error, una y otra vez. Este tipo de “trabajo profesional” lo lleva a subir la voz o castigar, y otras veces sus manos quisieran pegar a ese ¡“estúpido fraude sin talento” con algo pesado!
Hasta la invención del programa para computadora Soft Way to Mozart (Soft Mozart) sentía como si mi carrera estuviera en constante crisis. Resultaba que simplemente no estaba en condiciones de continuar dando clases por horas cada día. Acababa extenuada. Día tras día tenía que sentarme por horas con un señalador junto al libro y moverlo en cada nota para que mis principiantes pudieran trabajar sus manos. Las palabras “toca con las dos manos” significaba un dolor de cabeza; la más simple habilidad – sostener un acorde con la mano izquierda mientras tocaban la melodía con la derecha – tomaba varios meses para dominarla.
Fatiga acumulada por desilusión constante. Ponía todo mi esfuerzo para continuar con una buena actitud pero continuaba experimentando algo muy parecido a un dolor interno con cada nota falsa. Cuando un niño comienza a trabajar en una nueva pieza y uno la conoce de memoria, se necesita la paciencia de un santo para escuchar mientras el alumno va pasando de largo las notas correctas una y otra vez. Pero lo peor era la “práctica en casa” Enviando al alumno a casa yo sabía que ahí no aprendería nada. Sus padres no podrían ayudarlo, no había nadie para atender su práctica y decirle si estaba tocando correctamente y cómo debería de sonar la pieza.
La presentación vertical del pentagrama musical ha ayudado a los niños más pequeños a entender rápidamente el principio de notación musical y ha aligerado enormemente mi trabajo con principiantes. Pero la habilidad para tocar con ambas manos desde el principio solamente progresó a un ritmo de mis esfuerzos; en casa, los alumnos no tenían apoyo. Una vez por semana cuando me reunía con ellos, se daban cuenta como “debían realmente tocar la pieza.” Debido a su inhabilidad para trabajar independientemente, ellos no solamente no avanzaban sino que algunas veces olvidaban lo aprendido – y teníamos que comenzar desde el principio.
Ocasionalmente, aquellos que eran más diligentes memorizaban la canción… ¡incorrectamente! Entonces, la debían aprender de nuevo en las próximas clases. Dentro de esta pesadilla me veía viviendo como Sísifo – los dioses enojados me habían maldecido y día tras días tenía que llevar una roca gigante a la cima de una montaña, de la cual invariablemente se venía abajo.
No importa que tan malo es para el alumno estancado, esta productividad metodológica no deja ninguna posibilidad al profesor de continuar siendo amable y paciente. Pero tuve suerte. Parece ser que mi desesperación creció tanto que me vi forzada a buscar una solución.