Camila Cortina Bello
¿De donde venimos y hacia donde vamos? Reflexiones y experiencias de vida de una pianista cubana.
Lic. Camila Cortina Bello
La música ha evolucionado, sin lugar a dudas, en su aspecto tecnológico y sonoro. En cambio, su pensamiento interno-constructivo no ha corrido con la misma suerte. Las canciones que escuchan hoy los adolescentes son intencionalmente producidas para que mañana sean olvidadas. La música sinfónica y contemporánea parecen estar solamente confinadas a las predecibles bandas sonoras de películas de horror o de súper héroes. Por supuesto, la interrogante de cómo fue posible que en los siglos XVII, XVIII y XIX surgieran músicos como Bach, Mozart, Beethoven, o Chopin, todavía resulta tan asombrosa como pararse delante de las pirámides de Egipto y preguntarse cómo fue posible construirlas.
Las personas hoy en día practican deportes para mantenerse en forma, aprenden computación porque es la única manera de estar al día y encontrar trabajo en la era de la información. Pero: ¿para qué sirve tocar un instrumento? ¿En qué puede aportarle al ser humano del siglo XXI ser capaz de hacer música? Estoy segura que pedagogos y estudiosos podrían rápidamente responder esta pregunta, pero cómo podría responderla el resto de la sociedad que solo ve la música como un producto de la industria del entretenimiento?
Lo siguiente que cabe preguntarse es, si el impacto de la música en el desarrollo del cerebro humano y las capacidades psico-motoras del individuo ya ha sido revelado por los estudiosos sobre el tema, por qué este hecho no ha logrado salir del estrecho círculo académico y se ha puesto en función de mejorar las políticas culturales y mecanismos de enseñanza a nivel mundial?
He vivido con estas interrogantes a lo largo de mi carrera profesional, la cual ha sido muy particular teniendo en cuenta que crecí en un país latinoamericano y socialista como Cuba y que he trabajado durante los últimos 4 años en diferentes países capitalistas del continente asiático.
Nací a finales de la década de los 80, en el seno de una familia donde mis padres fueron graduados de la Universidad Estatal de Odesa I. I Meshnicov en las facultades de matemática y filología respectivamente. Fui criada bajo la consigna de que para lograr lo que se quiere hay que sacrificarse y que la práctica constante es lo único que garantiza el éxito. Esto no solo fue inculcado desde mi casa, sino también en la escuela de música a la que me incorporé desde los 6 años y tuvo un papel trascendental en mi formación profesional y humana.
Me gustaría destacar que la consolidación de la escuela de música en Cuba, después del triunfo de la Revolución, recibió fuertes influencias filosóficas y pedagógicas de la antigua Unión Soviética. El diseño de su plan de estudios se realizó de manera rigurosa para que el país pudiera producir profesionales calificados en el área. Cómo parte del principio socialista, el acceso a la educación musical también se hizo gratuito. Los estudiantes no tenían que pagar para entrar en las escuelas. Lo único que garantizaba su entrada era el talento y lo que permitía que se graduasen era el rendimiento académico. En este sistema también vale mencionar el papel del piano como base de la formación. Sin importar cual fuera el instrumento de especialización, todos los estudiantes debían aprender a tocar piano ya que este es fundamental para lograr el desarrollo coherente del pensamiento armónico. De igual forma, el solfeo, la apreciación musical, historia de la música universal y otros contenidos teóricos también se incorporaron gradualmente desde edades tempranas.
Considero que el mayor logro de la escuela cubana de música, es haber encontrado la forma de desarrollar paralelamente, junto a los contenidos de la música universal, el repertorio de compositores cubanos, el estudio de nuestros ritmos y géneros característicos. Esta integración de contenidos fomenta en los estudiantes, casi siempre sobre el período de la adolescencia, la capacidad de transpolar todo lo aprendido en la academia hacia la práctica de músicas populares, entre las cuales, el jazz, ocupa un lugar fundamental. Este fue mi caso y la experiencia más enriquecedora que recuerdo durante mis años de estudio.
Volviendo a mi historia personal, dos semanas después de mi graduación como musicóloga del Instituto Superior de Arte en Cuba, tuve la oportunidad de ir a trabajar como pianista a Singapur; primer país de Asia que visité y donde he radicado la mayor parte en los últimos cuatro años. Mi formación académica y facilidad para interpretar diferentes tipos de música me posicionaron rápidamente en un lugar privilegiado entre las comunidades internacionales de músicos. Sin embargo, nuevos obstáculos comenzaron a aparecer cuando intenté continuar mi trabajo como profesora de música, labor que había comenzado en Cuba desde que tenía 17 años. La primera limitante fue que mis Diplomas como Licenciada en Musicología y graduada de piano no eran reconocidos por ninguna institución, ya que provenían de un país “socialista” latinoamericano del tercer mundo. Tal pareciera que mis 17 años de estudio no tuvieran ni la menor importancia. El segundo problema, y este es más serio, es que yo venía de un sistema donde la música constituye una carrera, una forma de vida y un futuro. Los niños que estudian música en Cuba tienen conciencia y un amor que los motiva a aprender de manera sacrificada, a pesar de las dificultades económicas.
Singapur me mostró una realidad muy diferente. El poder adquisitivo de la sociedad es alto al igual que el desarrollo tecnológico. Las facilidades de acceso a la información hacen que el estilo de vida sea bastante dinámico. Sin embargo, para dicha sociedad la música no parece ser tan importante, aunque la cantidad de escuelas privadas es asombrosamente notable. No tardé en comprender que la música es uno de los “hobbies” más populares de Singapur, sin importar que el acceso a su instrucción es bastante costoso.
Las mencionadas escuelas de música están dirigidas en su mayoría a enseñar a principiantes, porque ese es el tipo de público que reciben con mayor frecuencia. Utilizan como modelo a seguir la estructura del plan de estudios de ABRSM (Associated Board of the Royal Schools of Music) y el de Trinity College of London. No obstante, los conocimientos teóricos que se imparten son muy generales y asignaturas como el solfeo y la apreciación musical, que para mi constituyeron los cimientos de mi educación musical, en Singapur sencillamente no existen.
Poco a poco comencé a entender la difícil posición en la que se encuentran los maestros de música en esta nueva sociedad y el por qué, habiendo tantos niños iniciándose y tantas escuelas especializadas, son tan pocos los estudiantes que se mantienen con el paso de los años y producen resultados reales en el campo de la interpretación.
Aunque considero que mi preparación académica en Cuba fue bastante sólida, no puedo negar que mis herramientas pedagógicas eran bastante limitadas para llevar a cabo mi trabajo como educadora en Singapore; un mundo donde los videojuegos, las aplicaciones para Ipads, las redes sociales y la banalidad de los medios de difusión masiva controlan casi por completo la atención de los jóvenes. La actualización de mis métodos de enseñanza pasó a constituir entonces una obligación para mi supervivencia, ya que el medio sociocultural resultaba agresivo y altamente competitivo. Era el momento de repensar mis estrategias para llegar a los estudiantes, motivarlos, y lo más importante, educarlos.
Fue precisamente en esta búsqueda de un nuevo arsenal metodológico que llegue a Soft Mozart. La propuesta pedagógica que me ofreció Hellene Hiner se convirtió en un valioso -y muy necesario- puente entre la metodología de procedencia rusa y las tendencias norteamericanas modernas de educación musical. Con Soft Mozart tuve la oportunidad de re-descubrir elementos científicos, físicos y psicológicos de la pedagogía musical para todo tipo de edades, profundizando en aquellas más tempranas.
Uno de los aspectos más interesantes de Soft Mozart es que hace uso de las herramientas informáticas, el juego y las redes sociales de una manera novedosa y constructiva. Como ya sabemos, el curriculum Soft Mozart se basa en los diferentes módulos o juegos interactivos diseñados para resolver problemas concretos durante el aprendizaje. Igual de importante es la Academia online o comunidad Soft Mozart, donde profesores y estudiantes de todo el mundo pueden interactuar, compartir y mejorar su experiencia práctica a través del uso de Facebook, Youtube y el propio website de Soft Mozart. Considero que esta propuesta educativa podría ser el principio para que la enseñanza de la música se vuelva más atractiva, integral y eficaz para todo tipo de público, teniendo en cuenta la sociedad de hoy y el mundo en que vivimos. Su aplicación pedagógica va más allá de la música, ya que ayuda a desarrollar desde edades tempranas una serie de habilidades psico-motoras y la coordinación que el individuo necesitará para llevar a cabo cualquier actividad futura. Creo que es un programa necesario, y por ello unimos hoy nuestras voces para compartir sus frutos y seguir difundiendo sus beneficios. Todos sabemos de qué tipo de educación venimos, pero pensemos por un momento hacia qué tipo de educación vamos. No importa cuan largo pueda ser el camino si se ha encontrado un buen punto de partida. Muchas Gracias.