2.Entre el Diablo y el Océano Profundo
a los contenidos página siguiente
Durante mucho tiempo en mi escuela de música, tenía las calificaciones más bajas de mi clase. Es mejor ni siquiera pensar sobre algunas cosas que tuve que pasar ahí. Mi buen oído cambió la situación desde la raíz; de mediocre, súbitamente pase a ser talentosa y extraordinaria. Esto no significó que todos mis problemas desaparecieron, sin embargo era la primera vez en mi vida en que los maestros empezaron a considerarme seriamente – ¡Qué gran diferencia marcaba el buen oído!
Entonces, por fin, nuestra escuela de música tuvo sus exámenes finales. Uno por uno, mis compañeros de clase a los que siempre había visto como inalcanzables, se elevaban al nivel de interpretar. Para ellos era fácil aprender y cada año al final, interpretaban con excelentes calificaciones. Nunca ni en mis más remotos sueños me veía como parte de ellos. Esa vez, sin embargo, mi interpretación fue tan buena como para también obtener una excelente calificación! Era mi primer “5” en siete años. Finalmente salía victoriosa! Con mis ojos llenos de lágrimas me prometí que definitivamente encontraría un modo de enseñar a todos los niños a escuchar, entender e interpretar música.
Después de ese fatídico día, tres décadas transcurrieron. Yo esperaba encontrar muchos compañeros de armas, deseando como yo un mejor sistema de educación musical. Esto resultó ser una ingenua suposición mía. No importaban mis logros, siempre era considerada como extraña, tanto en la escuela de música como en el conservatorio. Nunca olvidaré lo que se sentía ser un estudiante “2”, algo que muchos de mis compañeros nunca experimentaron. Esta precisa diferencia marcaría el rumbo de mi profesión. Más que nada yo quería saber más sobre enseñanza musical. Por alguna razón este tema no entusiasmaba a mis profesores. Pedagogía, psicología y metodología no eran materias bienvenidas ni por estudiantes ni profesores. Las materias más populares eran las especializaciones: piano, teoría de la música, literatura de la música y crítica. Las escuelas de música se especializaban en producir concertistas o musicólogos que escribían tesis especializadas y densas. Irónicamente muchos de estos graduados terminaban enseñando a los principiantes en las escuelas de música. Y por supuesto, utilizando con los pequeños, los mismos métodos que ellos aprendieron en los conservatorios!
Resulta que existe una actitud irónica, irrespetuosa y a veces hasta, de odio en el corazón mismo de la educación musical hacia la pedagogía. Los graduados que terminan la universidad tienen problema en encontrar trabajo y eventualmente recurren a la enseñanza de niños como un inevitable mal. Además de que trabajar por un grado musical en el ámbito de la educación no se considera una buena elección de carrera. Por consiguiente, la mayoría de los profesores corren en busca de “talentos” para pulirlos y así poder mostrar el resultado final sin mucho trabajo. Son escasos los interesados en buscar opciones para crear habilidades musicales como escuchar, leer música a primera vista, tocar un instrumento y composición en estudiantes que carecen de ellas. ¡Esto es considerado como imposible!
Incluso, por qué es tan difícil encontrar trabajo? El campo de la interpretación está sobresaturado, además de que no hay mucha demanda. Sin personas con educación musical este arte no puede valorarse. Esto significa que hacer más efectiva la educación musical disponible para un mayor número de personas es aún más importante que preparar ejecutantes. Es una realidad que la mayoría de las personas del planeta son iletrados musicales. Muchas personas no son ni siquiera capaces de memorizar mas que una simple melodía. Debido a esto los medios de comunicación están saturados con música pop, que todos sabemos, no es muy avanzada. Aún peor, sólo algunos profesionales sienten responsabilidad al respecto. “La gente recibe lo que quiere, ¿cierto?“ dicen, con un gesto de desdén.
Cuando escogí en el tema de mi tesis examinar la mejor manera de enseñar a los niños a escuchar y entender música sinfónica, hubo un escándalo en el departamento de mi Alma Mater. Me llamaron a la oficina para pedir que pensara con cuidado acerca de mi elección. Me explicaron que este tipo de tema no era adecuado para alguien como yo y que una carrera en musicología conllevaba su propia tumba. Esto me pareció extremadamente injusto! Estaba segura que un trabajo de esta naturaleza equivalía a miles de otros que eran profundamente “científicos” simplemente por parecerlo. En realidad mi trabajo estaba dedicado a hacer más accesible la música para la “gente” promedio. Sin hacer mucho caso a las protestas, escribí y defendí exitosamente mi tesis. Aún ahora, no puedo contener la ansiedad que sentí por el futuro del lenguaje de la música.
Aún topándome con estas dificultades en el conservatorio aprendí la más valiosa lección: no podía contar con los demás para realizar ningún cambio. Dependía de mí no solamente arreglar los problemas de educación musical, sino evadir a mis colegas que no los detectaban o no querían hacerlo. Cuando emigré a los Estados Unidos aprendí otra lección: la devaluación de la pedagogía musical es un fenómeno mundial. Tanto en la anterior URSS como en EUA encontraba un marcado desinterés en educación musical pública. Ni las organizaciones o los grupos de músicos, o las dependencias de gobierno, tampoco la mayoría de mis colegas entendían que se puede enseñar música a cualquier persona.
En el corazón de la educación musical se encuentra un astuto axioma: no hay sentido en enseñar el lenguaje de la música a las masas porque es sólo para los talentosos. Qué comodidad para los profesores! Si nuestros estudiantes no pueden aprender a tocar un instrumento, entonces es culpa de ellos pues no tienen suficiente talento! Dejamos de ser responsables de los resultados y no hay motivación para buscar nuevos métodos productivos de enseñanza. ¡Pero estos métodos ya existen! Sí hay una solución real para los iletrados musicales. ¡La inhabilidad elemental para educar a toda la gente, no importando que no tengan talento puede remediarse!
Entonces, ¿cuál es el problema? Es extremadamente difícil enseñar música. La mayoría de los niños lo abandonan rápidamente. Si logran estudiar en la escuela de música, abandonan el piano después de su graduación para no volver a tocarlo. Algunos niños no tienen buen oído, sin mencionar la paciencia y perseverancia necesarias para años de práctica. La música no es para todos. Si no es para todos, entonces por qué la gente aprecia tanto escucharla. En la escuela nos repiten: “querer es poder” sin embargo cuando aplicamos el dicho a las clases de piano, se nos dice que el deseo de aprender no es suficiente. ¿Podemos considerar esto aceptable? Las personas sin oído musical viven a nuestro alrededor y es un hecho que pueden educar su oído como la adquisición de cualquier otra habilidad.
¿Es realmente imposible enseñar música a todas las personas?
Para mejor entender, busqué respuestas por todos lados: en la teoría e historia de la música, en la psicología de la percepción musical, en neurología, la metodología social y musical, en la pedagogía musical y en lingüística. ¡Mientras más investigaba mejor entendía que nuestros métodos de enseñanza solamente entorpecen la educación musical! No es como si un enorme oso hubiera rugido en las orejas de gran parte de la población mundial y arruinado su oído musical, o que Dios hubiera espolvoreado “talento” sólo en las cabezas de algunas personas. Somos los responsables de nuestra propia impotencia musical – o para ser más precisa, nosotros, los educadores musicales.
Resulta que día tras día, de lección en lección, inconscientemente afectamos la manera gradual del aprendizaje, irresponsablemente sobrecargamos la percepción del estudiante, sistemáticamente ignoramos sus habilidades adquiridas y pedimos lo imposible.
Incapaz de realizar todo lo que le pedimos, el niño queda perdido y confundido, y entonces nosotros, frustrados hasta las lágrimas, lo culpamos, instilando una inhabilidad de aprender y desilusionado de la música. En lugar de brindar a los niños una “llave”, con firmeza los privamos de este apoyo. Después decimos, ¡“Bueno, no todos nacieron para esto”!
______________________________________________
Las calificaciones escolares en la Unión Soviética iban desde: 1: “Muy bajo” hasta 5: “Excelente.”