3.El Conserje Trabajador
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Casi siempre que presencio una clase tradicional de piano, recuerdo a esta tenaz abuelita. El trabajo con los alumnos parece ser suficientemente diligente, el maestro pone todo su esfuerzo y nervios, pero el resultado si es que hay uno, no se basa en gratitud, ¡inclusive a pesar de sus esfuerzos!
Formar a alguien conlleva una muy precisa secuencia en la adquisición de habilidades. Algunas deben ser dominadas antes de otras. De una en una, las habilidades dependen de otras para desarrollarse. Antes de aprender a pararse, no se puede aprender a caminar. Antes de aprender a caminar, no se puede correr. El método tradicional de enseñar música continuamente confunde e interrumpe este proceso gradual y el trabajo del maestro es como el de un ama de casa que constantemente tira basura al piso para recogerla otra vez. Y claro, ¡la culpa de todo el trabajo extra la tiene la basura!
Cada vez que hablo con franqueza del hecho que vivimos en un mundo iletrado musicalmente, mis palabras suscitan una tormenta de impaciencia entre mis colegas. Yo sé que trabajan duro sin descanso y se esfuerzan para hacer sus clases lo más interesante y productivas. ¡Pero el limpiador contraproducente lo hace con más fuerza! El esfuerzo no es el problema. No es la cantidad de paciencia y diligencia. Lo importante es el resultado alcanzado.
Una persona iletrada musicalmente es aquella que no puede tocar un instrumento con confianza, que no puede leer fielmente las claves, ni cantar leyendo las notas o escribir notación musical. Es un hecho que solamente con raras excepciones, nuestra generación es iletrada musicalmente. En las escuelas públicas las clases de música ni remotamente se preocupan con literatura musical. En las escuelas de música aunque suene extraño, las cosas no son mejores. ¡Es muy improbable que cada alumno que termina 5-7 años en la escuela de música pueda fácilmente tocar y leer notas! No importa cuántos maestros se hayan esforzado, el mundo de los sonidos musicales continua siendo un libro cerrado para la mayoría arrolladora. Lo peor es que toda esa gente desprovista, cree que para entender la música se debe tener un misterioso e innato talento y sin él, su búsqueda es inútil.
La verdadera desgracia es que aun los educadores caen en esta convicción. Los maestros, como regla, deben ser brillantes y talentosos desde el principio. Posiblemente alguno tiene buen oído, mientras que otro pudo haber tenido un dotado maestro. Y claro, aquellos que tomaron clases de piano, recuerdan cómo tenían que practicar por horas. Estos mismos educadores están ahora convencidos que una aptitud musical innata, asiduidad y un maestro talentoso son esenciales para el éxito. Así era y así siempre será, a menos que algo cambie.
Pero por qué no hacemos algunas preguntas tabú?
• ¿Qué tal si es posible enseñar música a todas las personas, aunque no sean talentosas o sean impacientes?
• ¿Qué tal si todos los niños de las escuelas públicas pueden exitosamente aprender a tocar el piano, leer notas y escribir música mientras escuchan una ejecución?
• ¿No es necesario crear un intérprete en cada niño? ¿Puede ser que lo más importante de la educación musical sea escuchar y entender música? ¿Y si la realización de la interpretación personal es el fundamento de esta habilidad?
• ¿Cómo debe uno trabajar si la habilidad de escuchar y entender la música solamente se puede alcanzar a través de aprender a leer música?
• ¿Y si la presencia del maestro es importante pero no esencial en la educación musical?
• ¿Es o no nuestro deber crear un sistema efectivo indoloro de auto-educación en el que seamos asistentes temporales?
• ¿Es la obsesión con la personalidad del maestro un indicador de la debilidad del mismo sistema de educación?
• ¿Y qué si nuestros métodos están funcionando mal no por falta de habilidad en nuestros estudiantes sino por ser métodos incorrectos?
Si usted puede seriamente considerar estas preguntas al continuar leyendo, comprobará que he tratado de abordarlas en detalle. Para mí es completamente obvio: la educación musical tradicional se basa en falsas sucesiones, va en contra de las leyes fundamentales de la percepción, psicología y fisiología e ignora el camino hacia la formación y fortalecimiento de habilidades. Aprender, una actividad que debería ser natural y un proceso que se disfruta, está encadenado con actividades vacías e inútiles. El resultado de estas condiciones es mucho peor de lo que podría ser. Sé lo que digo, no hay razón de continuar enseñando de esta manera.
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2 Un poema jocoso ruso